miércoles, 30 de marzo de 2011

cap.9

Diego empezó a palparse las piernas y se aseguró de que no había sufrido daños, Pablo se golpeó la cabeza contra el volante y sangraba un poco, pero se encontraba consciente y preguntó si el resto de ocupantes se encontraba bien. La respuesta fue afirmativa, acto seguido trató de arrancar el coche. No arrancaba y así siguió durante los al menos seis intentos siguientes.

-          Ahora si que estamos jodidos – Dijo Pablo- no funciona… ¡Mierda!

Pablo dio un golpe al volante, era cierto que la situación pintaba muy mal. Ahora estaban abandonados a su suerte, sin medio de transporte, en mitad de aquel infierno.
Pablo bajó del coche y los ocupantes le siguieron, había que irse rápido, seguro que aun les perseguían y solo habían conseguido salir de la urbanización calle abajo, no podían tardar mucho en alcanzarles por poco veloces que fuesen.

-          ¿Estas contento gilipollas? – Dijo Pablo lanzándose enfurecido hacia Diego- ¡Como alguien de aquí muera por tu puta idea de salir te mato cabrón!

Pablo agarró a Diego de su camiseta haciendo un ademán de golpearle, José y Esther tuvieron que intervenir para evitarlo. Diego no hizo nada, prefirió callarse, algo que jamás hubiese hecho en una situación normal. Había comprendido en tan solo un día que, con todo aquello, su actitud impulsiva y algo descerebrada era un billete seguro al cementerio.

-          ¡Pablo por favor para!- imploró Esther-  cariño, tenemos que irnos. No podemos perder el tiempo peleándonos entre nosotros, tenemos que salir con vida.

Quizás fueron esas palabras las que salvaron a Diego de un buen puñetazo. Pensó que jamás en la vida habría dicho que Pablo tuviera ese carácter. Aunque a lo mejor su personalidad también había cambiado, como la de Diego. Es impensable lo que una situación limite puede conseguir de una persona.
En los ojos de Pablo se podía ver odio cuándo aún fijaba su mirada en la de Diego. Pero no era odio irracional, era un odio producido por el miedo, miedo a perder a Esther. Siendo sincero Diego opinaba que las vidas de los demás miembros del grupo en verdad le importaban un carajo, se le notaba, cuándo decía “nosotros” quería decir “mi novia y yo” y cuándo amenazaba a Diego de muerte “si a alguno de los presentes le pasa algo” quería decir “si a mi novia y a mi nos pasa algo”.
Diego no paraba de darle vueltas a ese pensamiento mientras terminaban de abandonar los alrededores del complejo de viviendas, pero pensó que tal vez se estaba empezando a poner paranoico, no convenía a nadie crear desconfianza y mucho menos enfrentamientos en el grupo.
Ya en las calles de la ciudad, los supervivientes se quedaron atónitos. Tan solo muerte, el más absoluto caos proveniente de la peor de las guerras se había apoderado de la ciudad, no había resto alguno de vida. Cadáveres en el suelo, vehículos ardiendo, columnas de humo. Los restos de miembros humanos, los torsos abiertos, la sangre tiñendo de rojo las aceras. Era una imagen horrible, más de lo que el cerebro y el corazón humanos pueden soportar. Había unos seis coches de policía formando hilera en un extremo de la calle, decidieron acercarse a ellos para ver si encontraban algo de utilidad. Cuándo se acercaron vieron los cuerpos sin vida de al menos nueve policías, todos tenían una pistola al lado de sus cadáveres y un agujero en la nuca. Todo indicaba  que los agentes, cuándo vieron que probablemente el enemigo les superaba en numero e iban a perder la batalla, optaron por suicidarse.

-          Dios mío…- dijo Esther apartando la vista-. ¡Qué horrible!

-          Tuvo que ser un verdadero infierno…- prosiguió José-  todo se ha ido a tomar por culo…

Todos quedaron en silencio por unos segundos, velando por aquellos cuerpos que nunca iban a tener un entierro digno, Diego luchaba por contener las lágrimas, pensaba en su familia, en Gabi. Temblaba de miedo solo de pensar que el destino de su amigo fuese semejante si no hubiese encontrado un lugar en el que esconderse.
Los ciudadanos, los ejércitos y la policía habían perdido la guerra en esas calles en tan solo una noche, las posibilidades eran realmente bajas.

martes, 29 de marzo de 2011

cap. 8

Diego notaba que Pablo estaba enfadado, le miraba como diciendo “ ¿ Y quien ha dicho que tu tomas las decisiones?” Pero él no había impuesto nada, solamente había dado una idea y los demás la habían apoyado.
Cuando llegaron a la puerta que daba a la calle el miedo se palpaba en el ambiente, todos estaban en tensión y Diego notaba cómo temblaban sus piernas, estaba detrás de Pablo que tomaba la primera posición, al tener el las llaves del coche pensaron que sería mejor que fuese en cabeza.
La suerte estaba echada,  Pablo abrió la puerta sigilosamente y salieron al exterior, caminaban agachados, no había mucho camino hasta el coche pero justo cuando llegaron a la carretera oyeron a sus espaldas un disparo producido por la escopeta de José. Casi se mueren del susto, cuándo se dieron la vuelta vieron a una de esas criaturas caer fulminada al suelo con un agujero asombrosamente grande en la cabeza. Al parecer, el monstruo había sido más sigiloso que ellos y había aparecido detrás de José sin que nadie se diera cuenta. Se quedaron petrificados por un momento, aún no estaban acostumbrados a ver esa violencia que hasta ahora solo habían visto en cine, pero un horrible gemido seguido de un gran número de pisadas despertaron a todos de la conmoción. El estruendo del disparo parecía haber alertado a más caníbales y ahora aparecían de todas partes, hasta hace un segundo parecían estar prácticamente solos pero en un suspiro les estaban rodeando. Sara y Esther empezaron a gritar presas del pánico, los monstruos no corrían, más bien andaban apresurados, como si no supiesen correr pero aligeraran su paso, desesperados por llegar más rápido a su presa. El grupo comenzó a correr lo más rápido que podía, José se apresuró para ponerse en cabeza al lado de Pablo y disparar a los que viniesen por delante, que era lo que en verdad preocupaba. En poco tiempo llegaron al coche, exhaustos, cuándo Pablo abrió y miraron atrás ya les tenían cerca, sin disminuir ni un segundo su ritmo, como si no se cansaran.
En cuanto entraron, Pablo pisó a fondo casi derrapando por la calle que daba a la izquierda para evitar la estampida de muertos vivientes que les venía de frente. Efectuando la maniobra se llevó a dos caníbales por delante, uno de ellos quedó pegado a la luna, justo enfrente de Diego, que ocupaba el asiento del copiloto. Dentro del coche la situación se escapó de control, las mujeres lloraban y gritaban desconsoladas, José alzaba la voz pidiendo a su mujer que se tranquilizara, Pablo hacia lo mismo.
Pero en aquel momento Diego era ajeno a todo aquello, su vista no podía apartarse de aquella criatura que había subida al capó del coche y que restregaba su cara ensangrentada intentando morder aún estando el cristal en medio. Sus ojos estaban inyectados en sangre, con un iris de color amarillento que completaba una mirada aterradora, que se clavaba fijamente en los pasajeros del coche. Entonces Diego se convenció definitivamente, no eran humanos. Bueno, al menos no eran humanos vivos o normales.
De repente el coche se escapó de control, Pablo había dado un volantazo accidental en medio de todo el caos que se estaba viviendo en el coche. El vehículo empezó a girar sobre si mismo haciendo que el monstruo saliese despedido, entonces impactaron de frente contra un árbol.
Durante una fracción de segundo todo quedó en silencio, borroso y confuso.

lunes, 28 de marzo de 2011

cap. 7


Cuándo Diego volvió a despertar ya era de día, no se había percatado, pero en algún momento los disparos habían cesado permitiéndole así descansar unas pocas horas. No sabía si alegrarse o preocuparse por ello. Sara y Pablo ya estaban levantados y José despertaba a su mujer con una caricia en la frente, fue una ironía muy cruel darse los “buenos días”.

-          ¿Habéis conseguido dormir algo?- Dijo Diego.

-          Casi nada…- Dijo José-  a partir de las cuatro empezaron los disparos, parecía una maldita guerra… ¿Qué habrá pasado…?

-          ¡Dios mío…! -  Interrumpió Sara

Su voz no se alzó demasiado, pero trasmitió su evidente preocupación al resto de miembros. Sara estaba mirando por una rendija que quedaba libre en la ventana hacia la calle. Pablo se acercó hasta ella.

-          ¿Qué pasa?- preguntó asomándose y sustituyendo el sitio de su novia.

-          la… la calle… hay de esas cosas ahí afuera… - tartamudeó Sara que había palidecido notoriamente- se… supone que el ejercito había acabado con todo…

Sara rompió a llorar y Pablo fue a tranquilizarla, Diego cruzó una mirada con Pablo que le indicó que la cosa no pintaba bien. Diego se temía lo peor, se apresuró para mirar por el hueco, mientras, José cogía su escopeta de caza y cargaba unos cartuchos.
Diego alcanzó a ver alrededor de nueve o diez infectados tambaleándose por las calles, sin rumbo, muertos. El panorama era desolador, a pesar de que tres de los presentes iban armados Diego no se sentía nada seguro en aquella habitación que más parecía una prisión que una fortaleza, allí parados solo podían esperar a morir.

-          Tenemos que largarnos- dijo Diego apresuradamente- hay que llegar al coche y pirarse de aquí.

-          ¿Cómo vamos a irnos Diego?- replicó Pablo- ¿Tú has mirado por esa ventana? Yo no pienso salir de aquí es una locura

-          No es tan locura- dijo José- ¿Qué vamos a hacer aquí? ¿esperar a que entren? Yo creo que no es mala idea, tenemos tiempo para planear un sitio al que huir, aquí nos vamos a morir de hambre si no nos comen antes.

-          Yo esta noche he estado pensando -dijo Diego-  hay un centro comercial en mi barrio, no está lejos de aquí en coche, tiene garaje y allí dentro tiene que haber agua y alimentos suficientes. Yo digo de salir e intentar no hacer ruido, igual conseguimos llegar al coche sin que nos vean.

-          No me gusta –protestó Pablo- vamos a jugarnos la vida todos si salimos ahí fuera y…

-          Pablo, nos la estamos jugando también aquí dentro- interrumpió Sara cogiéndole la mano.


Todos miraban a Pablo que parecía buscar entre los presentes alguna mirada o algún gesto de complicidad pero se dio cuenta de que nadie le respaldaba. Suspiró y se dio la vuelta para recoger sus cosas.


-          Bueno, vamos a hacerlo bien. En cuánto salgamos por esa puerta nadie habla ni hace ningún ruido, nos mantenemos juntos siempre, en fila india. Pablo o yo delante, José el último vigilando nuestra espalda ¿entendido?


Los presentes asintieron y Diego se sorprendió al oírse hablar de aquella manera, pensó en lo gracioso que resultaba que tuviese que ocurrir todo aquello para al fin hacer algo meditada y prudentemente.

domingo, 27 de marzo de 2011

cap.6

-          Todo era una locura, la gente se atacaba mutuamente y los atacados pasaban a formar parte de su bando al poco tiempo. Menos mal que José es cazador y con su rifle consiguió matar a algunos-Dijo Sara- Entonces, vinieron y… todo era un horror…


El rostro de Sara se cubrió de lágrimas, y se dio la vuelta para intentar disimularlas.

-          ¿Quién vino cariño? ¿Qué pasó?- Preguntó Pablo levantándose para abrazarla y tranquilizarla

-          El ejército- Dijo José interrumpiendo el intento de Sara de comenzar a hablar- vinieron unos cuatro todo terrenos y una tanqueta pequeña, se bajaron soldados con mascaras antigás y preparados para el ataque. Algunos de los vecinos se acercaron para pedir ayuda pero entonces… empezaron a abrir fuego contra todo el mundo. No preguntaban, solo disparaban indiscriminadamente, entonces nos dimos cuenta de que no venían a ayudar, venían a exterminar a todo aquél que hubiese en el lugar, así que nos refugiamos aquí hasta que se fueron. Estuvieron disparando a la cabeza a cada uno de los cadáveres que había en el suelo, luego vino un camión y apilaron todos los cuerpos en el interior… no tenían derecho…


Diego y Pablo se miraron petrificados, ¿Cómo iba a hacer eso el ejército?, era inconcebible. José consolaba a su esposa que también había roto a llorar al volver a recordar todo.


-          No podemos quedarnos aquí por mucho tiempo – Continuó José – deberíamos encontrar un sitio seguro con comida y agua suficientes, cuándo llegue allí, no pienso salir hasta que todo haya pasado.

-          Pareces haber visto más cosas de las que he visto yo, así que, podrías empezar por ponernos un poco al día, después podremos pensar algo más seriamente- Dijo Diego cortante, preocupado por Gabi .

-          Las cadenas de televisión no emiten desde hace poco más de media hora, las últimas palabras que se oyeron en las noticias fueron  “virus altamente peligroso”, dieron una serie de instrucciones pobres, se contagia a través de la sangre y la saliva, no por aire, ni alimentos, ni agua. No dijeron nada mas, la señal se fue al garete. Lo que he descubierto por mi mismo es que solo morían los que recibían disparos en la cabeza, en cualquier otro sitio, resultaban inútiles.

-          Por eso dijiste que las balas no les hacían nada Pablo – Dijo Diego- Supongo que eso fue lo que impulsó al ejercito a abrir fuego indiscriminadamente, vete tú a saber, los soldados sentirían pánico o habrían recibido ordenes para terminar con el virus de forma más rápida… joder… que fuerte, espero que no sea eso, prefiero pensar que no supieron distinguir a esos… infectados de la gente normal y se vieron acorralados…


Diego sentía que cada cosa nueva que sabía le asustaba más. Atando todos los cabos llegó a una conclusión aterradora, no eran locos, era un virus que infectaba a la gente, pero por otra parte recordó lo que Pablo le dijo en el coche sobre que esas personas que caminan y devoran estaban ya muertas. Era demasiado para que estuviera ocurriendo de verdad, si la cosa pintaba así, era cierto que no debían quedarse allí mucho más, no solo se exponían al peligro de esos monstruos, sino que tampoco sabían a ciencia cierta si el propio ejercito estaba dispuesto a ayudarlos o a quitarlos del medio.
Decidieron pasar la noche allí, acurrucados en esa habitación prácticamente sellada y en un silencio que días atrás habría resultado una bendición. Pero ahora ese silencio era un insoportable recuerdo constante de lo que estaban viviendo y apenas pegaron ojo. Diego permaneció en vela prácticamente toda la noche, sus escasos minutos de sueño se veían interrumpidos por disparos lejanos que surgieron en la oscuridad y se volvieron intermitentes durante horas.

viernes, 25 de marzo de 2011

cap.5

Allí se encontraban, andando por una calle sin signos de vida, muertos de miedo y haciendo  gestos con las manos para comunicarse sin hacer ruido. Diego desenfundó su
Cuchillo del cinturón que, aunque no es que fuera pequeño, parecía un juguete al lado del  arma de su compañero. Se detuvieron en frente de uno de los chalets y Pablo hizo una seña para que Diego se detuviera tras suyo. Golpeó la puerta con los nudillos, no había respuesta, lo hizo más fuerte, tampoco. Una voz susurró por encima de sus cabezas unas palabras que prácticamente se perdían con el viento.

-          Pablo, aquí arriba- dijo la delicada voz.

Ambos alzaron su mirada hacia una ventana del segundo piso de la casa. Allí se encontraba una chica paliducha y con gafas que hacía gestos para indicarles que bajaba a abrir y que guardaran silencio. Cuando Diego miró el rostro de su compañero despejó sus dudas, debía tratarse de su novia, respiró aliviado, por muy egoísta que pareciese no quería perder mucho tiempo buscando a la chica del raro de la oficina mientras su mejor amigo y lo único que tenía en España, ya que la poca familia que tenía vivía al norte de Francia, se hallaba desaparecido. Al poco tiempo sonó la cerradura que avisó de que ya habrían la puerta. Cuando esta se cerró tras suyo Pablo y su novia se fundieron en un abrazo casi violento y se besaron con pasión.

-          Mi amor… que preocupado estaba, no podía parar de pensar en si estabas bien…- Dijo Pablo entre lágrimas.

Diego agradeció no tener novia de la que preocuparse en estos momentos. Sonrió levemente, pues era una paradoja bastante irónica si tenía en cuenta que tiempo atrás pasaba los días soñando con tener una chica guapa e inteligente a la que querer.


-          Diego, quiero presentarte a Sara, Sara, este es Diego, un compañero de trabajo.

-          Encantada de conocerte Diego – Contestó Sara educadamente

-          Igualmente Sara -  Respondió, se acercó titubeante para darla dos besos.


A Diego no se le daban bien las presentaciones, era tímido y siempre se quedaba con la sensación de haber hecho algo mal durante el correspondiente saludo. Sara subió las escaleras indicándoles que la siguieran. Era una chica bastante feúcha,  pero Diego notó muchísima dulzura en su mirada y su voz.
Al llegar al piso de arriba se metieron en una habitación, donde había un hombre de mediana edad con el pelo canoso abrazado a lo que Diego supuso que sería su esposa, una señora que pretendía disimular el paso de los años con una gordísima capa de maquillaje. La habitación apenas estaba iluminada, solo unas pocas velas reemplazaban la luz eléctrica y las ventanas estaban tapadas con maderas. Diego entonces comenzó a pensar aprovechando los segundos de silencio que le proporcionaban la tensión del momento. En el pueblo de su compañero, en este barrio, en el suyo…  entonces, ¿Dónde había empezado todo aquello? Al no disponer de información alguna, en principió creyó que el foco del caos era su barrio y que, aunque era innegable que era una situación alarmante, no tardaría en ser disuadida por equipos antidisturbios o por la misma policía municipal.

-          Estos son José y Esther – Introdujo Sara- viven en el chalet de enfrente, cuándo todo ocurrió nos reunimos y nos refugiamos aquí, somos todo lo que queda de la urbanización.


“Todo lo que queda de la urbanización…” Esas palabras impactaron bastante a Diego, al parecer en ese lugar ocurrió algo aún más grave que en su barrio.
Saludaron al matrimonio fríamente con la cabeza y se sentaron en el sofá mientras Sara seguía contando la historia

cap.4

-          ¡¡Vamos entra Diego!! – La desesperación en el rostro de su compañero era evidente, eso fue lo que consiguió que Diego reaccionara rápidamente corriendo hacia el interior del vehiculo. Cuando cerró la puerta aceleró a fondo y se alejaron carretera abajo.

-          ¿¡Que mierda está pasando Pablo?!

-          No lo sé joder… pero en las afueras está mil veces peor, he escapado de milagro

Pablo vivía en un pueblo al norte de Madrid, era 6 años mayor que Diego, tenía 29 años y era un tipo bastante callado, Diego no le conocía mucho en realidad, pasaba desapercibido entre todos los compañeros de la oficina, solo saludaba y se despedía, entre medias, solo trabajaba, eficaz, mecánico, aburrido. Era todo lo que pedían en aquella oficina de correos así que le tenían por un trabajador brillante. Pero ese no era el Pablo que estaba con él en el coche, ahora su expresión tranquila y su forma de hablar monótona habían dado paso a un manojo de nervios, estaba como nunca antes le había visto.

-          He bajado aquí para recoger a mi novia e intentar buscar algún sitio seguro, se convierten en monstruos Diego, lo he visto, si te muerden te joden, mueres y luego te levantas así, sin más,  ¡se comen a la puta gente tío!

Las lagrimas caían por el rostro de Pablo, pero Diego no sabía que decir, ni siquiera sabía lo que pasaba por su cabeza. Todo parecía sacado de una película mala de miedo de esas que tanto odiaba y siempre había evitado ver, así que se mantuvo en silencio. Pablo siguió hablando atropelladamente.

    
-          Intervino la policía en mi barrio, pero no sirvió de nada, no sabían que hacer,
Primero cargaron con las porras intentando reducir a esas cosas, fue una estupidez, cuando se dieron cuenta estaban luchando contra algunos de sus propios compañeros convertidos, entonces sacaron sus armas, ¡las balas no les hacían nada Diego! ¡Creí que me moría cuando les veía caer y levantarse una y otra vez!


        - ¿Entonces son inmortales? – preguntó Diego alarmado

-          Peor tío... después de verles juraría que esa gente ya está muerta…

Diego enmudeció, no se había detenido a pensar esa posibilidad, pero después de lo que había visto reconocía que tenía cierto sentido.
De pronto Pablo detuvo el coche bruscamente y le hizo un gesto a Diego para que bajara, estaban en una callecita estrecha de un barrio cercano, se trataba de un pequeño complejo de chalets adosados que pretendía simular una pequeña urbanización. Había algo raro en el ambiente, allí todo estaba desierto, todo estaba en silencio, estaba empezando a oscurecer, las farolas funcionaban. Pablo abrió la guantera y sacó un machete de tamaño considerable, se llevó un dedo a la boca para advertir a Diego que guardara silencio.

jueves, 24 de marzo de 2011

cap.3

“Vamos, joder… coge el puto teléfono…”  Diego estaba empezando a sentir pánico, no sabía que hacer, no tenía ni idea de lo que estaba sucediendo pero sabía que si Gabi se encontraba con ello corría un gran peligro. No dudó, siempre había sido muy impulsivo, cosa que más de una vez le costó algún disgusto. Pero nunca aprendía, subió a su casa, cogió el teléfono para comunicarse con su familia. No funcionaba, la red estaba saturada. Entonces sin pensar en que estaba haciendo cogió un cuchillo de la cocina y Salió en busca de Gabi. Diego sabía que no era ningún héroe, pero esa gente estaba atacando indiscriminadamente a los clientes del bar y eso no parecía la típica pelea de barrio. En principio el plan parecía muy fácil en su cabeza, eran las cuatro de la tarde, Gabi no podía andar muy lejos, buscaría en los bares que frecuentaba y en los dos centros comerciales que había en el barrio, una vez se encontraran, irían a casa e intentarían alertar a los servicios de emergencia. Diego atravesó la puerta del portal sin reparar en la cantidad de fallos y cabos sin atar que había en su idea, en cuanto dobló la esquina empezó a pagar las consecuencias. Las calles que hace unas horas transcurrían anodinas y monótonas ahora eran un completo caos , con toda la tensión vivida enfrente de la puerta de Gabi y la adrenalina segregada al colocar el cuchillo de su cocina en el cinturón de su vaquero no se había detenido a escuchar los gritos y el revuelo del exterior. La gente corría de lado a lado, los conductores pretendían huir pisando a fondo y provocando algunas colisiones Diego estaba congelado en medio de todo aquello, se le vino el mundo encima. ¿Cómo podía ser que el incidente del bar de la esquina hubiese desencadenado todo eso en tan solo unos minutos?  Entre toda la multitud se veían personas muy malheridas intentando escapar torpemente, extremidades desgarradas, torsos con heridas horribles… un hombre que sangraba abundantemente por la garganta se apoyaba en la pared para seguir andando lo mas rápido que podía, entonces cayó fulminado al suelo a pocos metros de Diego. Se quedó aterrorizado, nunca había visto un cadáver y mucho menos a alguien morir en aquellas circunstancias. Mientras todo a su alrededor avanzaba a cámara rápida el se hallaba inmóvil mirando el cuerpo sin vida de aquel hombre. Entonces la tensión le bajó hasta los pies, su cerebro no asimilaba la información que le proporcionaban sus ojos, pero su corazón si y este reaccionó latiendo como un tambor. Vio como el cuerpo del hombre que claramente había fallecido a pocos pasos de donde se encontraba empezaba a moverse, primero los brazos, luego las piernas, a continuación una torpe sincronía entre ellos intentando levantarse del suelo. Cuando se puso en pie Diego notó como palidecía de terror, la herida de su garganta ya no manaba sangre, no había vida en la expresión de su rostro y esa mirada… esa mirada  ya la había visto antes cuando atacaron a la chica de la cafetería. Por la mente de Diego solo pasó la palabra más inteligente que se podía usar en ese momento, “corre”. Sus piernas no le respondían, estaba literalmente paralizado, uno de los pilares base del paso de niño a adulto es asumir cosas como que los monstruos no existen, pero eso que tenia enfrente… no podía ser. Era un monstruo, no cabía duda.  Para cuando Diego fue capaz de mover su cuerpo para emprender una huída aquella cosa ya le había agarrado el hombro. Diego logró poner su otro brazo en la garganta del atacante, lo cual le facilitó el forcejeo mientras las mandíbulas de aquel loco se abrían y cerraban violentamente intentando morderle a toda costa. Salió victorioso esta vez, consiguió tirar a aquel tipo hacia un lado y tomar ventaja sobre él, desenfundó el cuchillo, aunque sabía que no tenía valor para usarlo. Dejó de engañarse a si mismo y retrocedió unos pasos para huir en la otra dirección, entonces una voz gritó su nombre tras suyo, se dio la vuelta y vio a Pablo, un compañero de trabajo. Pablo estaba en el interior de su Ford fiesta antiguo y le hacía ademanes con la mano para que entrara al coche.

miércoles, 23 de marzo de 2011

cap.2

Los días transcurrían, las muertes también, una tras otra, artículos en periódicos, noticias de telediario, todas sin aparente relación, al menos así se las buscaban para que lo pareciese, pero siempre mordeduras, siempre perros, lobos, animales fugados de no se sabía donde, un sinfín de historias. Se oían rumores e historias en las colas de los mercados, al comprar el pan… historias sobre asesinos organizados, dementes descontrolados y demás leyendas urbanas. Los mas imaginativos apostaban por vampiros y otros creían a las noticias, el caso es que casi se hablaba mas de ello en las calles que en los medios de comunicación.
Diego se encontraba en un bar, acostumbraba a tomar un café allí después de la comida,
Siempre la misma cafetería. pensaba en su infructuosa vida laboral, en lo mucho que le gustaba la chica del otro lado de la barra. No había parado de fijarse en ella, preciosa, joven. El contraluz de los grandes ventanales de la cafetería le daban un aire angelical que diego no podía parar de admirar. Entonces el bar enmudeció, Diego despertó de su hipnosis y miró hacia donde se dirigía la atención de su alrededor. En la puerta se había plantado una silueta encorvada, con ropa ensangrentada y magullada, parecía verdaderamente que se hubiese peleado con un león, tenía algo extraño en la mirada, fría, perdida, desesperada, a la altura del cuello tenía una herida horrible y desgarrada. El silencio debió durar dos segundos, pero parecieron horas, sin mas aviso el extraño se abalanzó encima de la chica culpable de la desorientación de Diego, varias personas acudieron para mediar en el ataque. Entonces, se desató el pánico. Diego se levantó sobresaltado de su silla, alcanzó a ver como levantaban a la chica que sangraba abundantemente por el cuello, era una locura pero parecía como si ese hombre le hubiese mordido, vio como el esperpéntico atacante mordía a otra persona, en ese momento cada uno iba por su lado. El bar era pequeño y había bastante gente, unos salían por la puerta, otros corrían agolpándose al fondo, dificultando la salida de Diego. Estaba aterrado, le temblaban las piernas, una masa de gente le empujaba contra la pared, solo se oían gritos, algunos de miedo, otros de dolor. Un hombre arremetió contra esa cosa a puñetazos, entonces Diego empezó a abrirse paso como podía entre la gente. El aspirante a héroe logró derribar al demente que acto seguido se esforzaba por volver a ponerse en pie. Faltaba poco para alcanzar la salida, pero entonces Diego se quedó petrificado, alcanzó a ver como la chica que hace un instante parecía gravemente herida se echaba descontroládamente encima del victorioso luchador que expulsó un terrible alarido al ser mordido en un brazo.  “¿Qué coño esta pasando?” era lo poco que pasaba por su cabeza cuando logró salir del bar y echar a correr hacia su casa, nunca había estado tan asustado, quería llorar de miedo y tenía un nudo en la garganta que le impedía respirar bien, al fin alcanzó su casa, cuando subió fue directamente a llamar a la puerta de Gabi, no había respuesta, tras tres intentos mas se aseguró de que no se encontraba en casa, cogió su móvil preocupado por si se topaba con lo que había presenciado en la cafetería, tampoco había respuesta…

cap. 1

Diego despertó de golpe con el ruido de una tremenda explosión, sonó lejana, pero aun así el estruendo hizo que se interrumpieran las escasas horas de sueño de las que disponía. Eran las tres de la mañana y Diego maldijo al mirar el reloj.
Se asomó por la ventana del octavo piso de la torre donde vivía pero no alcanzó a ver nada a su alrededor, pensó que debería tratarse de algo serio, eso no sonaba como un petardo tirado por chavales, debería tratarse de un atentado o un accidente severo. Entonces Diego volvió a su cama, “ya saldrá algo mañana en las noticias si es algo grave” pensó  y poco a poco se volvió a quedar dormido…

A la mañana siguiente, Diego tenía la sensación de haber soñado aquella explosión una vez la recordó mientras desayunaba, entonces cayó en la cuenta de que en las noticias matinales no se había mencionado absolutamente nada acerca de algún tipo de atentado o accidente acontecido esa misma madrugada, solo reformas del gobierno y leyes cada vez mas absurdas, en realidad Diego siempre acababa indignado cuando veía las noticias.
El resto del día pasó como pasa cualquier otro, desapercibido y con poco sobre lo que hablar. Solo volvió a acordarse de lo sucedido la noche anterior cuando quedó con Gabi, su vecino de abajo, eran amigos desde la infancia y acostumbraban a verse todos los días para comentar lo que habían hecho a lo largo de la jornada o simplemente tomar algo y hablar de cualquier cosa por absurda que fuese.

-          ¿Oíste ayer la explosión? – preguntó Diego .

-          Joder si la oí, debió despertar a todo el barrio, pero no se ha dicho nada hoy en las noticias

-          Fue lejos de aquí, no se veía nada por los alrededores, pero debió ser bien chungo – siguió Diego


Los informativos de la noche tampoco mencionaron nada acerca de todo aquello pero una noticia llamó la atención de Diego:


El cuerpo de Policía no ha dado a basto desde primeras horas de esta mañana
en la ciudad de Madrid, se han registrado al menos  80 ataques a personas,
algunos mortales y otros muy graves, producidos por algún tipo de animal salvaje.
Todavía se desconoce de dónde han podido fugarse dichos animales pero se baraja
Que tiene que ser mas de uno. La Policía recomienda precaución aunque asegura
Que tienen la situación controlada y que están trabajando para esclarecer lo
Ocurrido”



   Diego estaba acostumbrado a oír mentiras en las noticias pero que unos animales salvajes se hubiesen fugado y hubiesen protagonizado ochenta ataques en solo unas horas sin que nadie lo haya controlado antes le parecía el colmo. Entonces dejó volar su imaginación, no tenía ni idea de que era pero pensaba que detrás de esa noticia había algo encubierto. Ni de lejos imaginaba la terrible verdad de la que estaba a punto de ser testigo….

Mi relato zombie

Es un placer comunicaros que voy a empezar a construir el blog donde os colgaré mi historia Z. Llevo un tiempo preparándola y aún no esta terminada (de hecho no sé cuando va a terminar XD). Espero que la disfruten y aportad opiniones, ruegos, sugerencias... en fin, lo que queráis. Aviso también que la historia quedara protegida con derechos de autor. Sin más dilación os presento ...y libranos del mal. Espero que os guste. Un saludo.

Sergio Z