viernes, 25 de marzo de 2011

cap.5

Allí se encontraban, andando por una calle sin signos de vida, muertos de miedo y haciendo  gestos con las manos para comunicarse sin hacer ruido. Diego desenfundó su
Cuchillo del cinturón que, aunque no es que fuera pequeño, parecía un juguete al lado del  arma de su compañero. Se detuvieron en frente de uno de los chalets y Pablo hizo una seña para que Diego se detuviera tras suyo. Golpeó la puerta con los nudillos, no había respuesta, lo hizo más fuerte, tampoco. Una voz susurró por encima de sus cabezas unas palabras que prácticamente se perdían con el viento.

-          Pablo, aquí arriba- dijo la delicada voz.

Ambos alzaron su mirada hacia una ventana del segundo piso de la casa. Allí se encontraba una chica paliducha y con gafas que hacía gestos para indicarles que bajaba a abrir y que guardaran silencio. Cuando Diego miró el rostro de su compañero despejó sus dudas, debía tratarse de su novia, respiró aliviado, por muy egoísta que pareciese no quería perder mucho tiempo buscando a la chica del raro de la oficina mientras su mejor amigo y lo único que tenía en España, ya que la poca familia que tenía vivía al norte de Francia, se hallaba desaparecido. Al poco tiempo sonó la cerradura que avisó de que ya habrían la puerta. Cuando esta se cerró tras suyo Pablo y su novia se fundieron en un abrazo casi violento y se besaron con pasión.

-          Mi amor… que preocupado estaba, no podía parar de pensar en si estabas bien…- Dijo Pablo entre lágrimas.

Diego agradeció no tener novia de la que preocuparse en estos momentos. Sonrió levemente, pues era una paradoja bastante irónica si tenía en cuenta que tiempo atrás pasaba los días soñando con tener una chica guapa e inteligente a la que querer.


-          Diego, quiero presentarte a Sara, Sara, este es Diego, un compañero de trabajo.

-          Encantada de conocerte Diego – Contestó Sara educadamente

-          Igualmente Sara -  Respondió, se acercó titubeante para darla dos besos.


A Diego no se le daban bien las presentaciones, era tímido y siempre se quedaba con la sensación de haber hecho algo mal durante el correspondiente saludo. Sara subió las escaleras indicándoles que la siguieran. Era una chica bastante feúcha,  pero Diego notó muchísima dulzura en su mirada y su voz.
Al llegar al piso de arriba se metieron en una habitación, donde había un hombre de mediana edad con el pelo canoso abrazado a lo que Diego supuso que sería su esposa, una señora que pretendía disimular el paso de los años con una gordísima capa de maquillaje. La habitación apenas estaba iluminada, solo unas pocas velas reemplazaban la luz eléctrica y las ventanas estaban tapadas con maderas. Diego entonces comenzó a pensar aprovechando los segundos de silencio que le proporcionaban la tensión del momento. En el pueblo de su compañero, en este barrio, en el suyo…  entonces, ¿Dónde había empezado todo aquello? Al no disponer de información alguna, en principió creyó que el foco del caos era su barrio y que, aunque era innegable que era una situación alarmante, no tardaría en ser disuadida por equipos antidisturbios o por la misma policía municipal.

-          Estos son José y Esther – Introdujo Sara- viven en el chalet de enfrente, cuándo todo ocurrió nos reunimos y nos refugiamos aquí, somos todo lo que queda de la urbanización.


“Todo lo que queda de la urbanización…” Esas palabras impactaron bastante a Diego, al parecer en ese lugar ocurrió algo aún más grave que en su barrio.
Saludaron al matrimonio fríamente con la cabeza y se sentaron en el sofá mientras Sara seguía contando la historia

3 comentarios:

  1. Buaaa! a ver cómo se las organiza el grupo ahora! Por cierto, eso de no tener a nadie en estas situaciones es un alivio, relativamente.

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  2. Joder...todo lo que queda de la urbanización son solo esa pareja?? XDD Que mal!!! Pobres, no me gustaría nada estar en su pellejo XD
    Un besazo y muy buen capitulo.

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  3. Te superas en cada capítulo, saludos

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